Julio toma un café en la esquina, sentado en una mesa de la vereda, mirando a la gente que pasa. A media cuadra de distancia ve acercarse a una mujer que le parece familiar; se parece a su esposa. ¡¿Mi esposa?! No puede ser! reacciona él. Cuanto la mujer más se acerca, más nervioso se pone él, hasta llegar al espanto.
“mi esposa
algo anda mal no
puede ser ella está muerta bien muerta desde
hace seis meses bajo tierra en un
féretro un muerto no anda por la calle me acuerdo de todo la puta me engañaba los sorprendí en cueros discutimos en la
cocina me dio un cachetazo me puse
furioso el cuchillo largo fino se lo clavé en el pecho sangre por todos lados sin parar otra otra otra vez más terminé le di el cuchillo al amante mirando sin hacer
nada salí corriendo la maté
vi
cuando la enterraban uy Dios milagro me salvé culparon al estúpido amante cobré el seguro de vida tengo la suma en el banco”
Esa
mujer que se parece a su esposa, está saliendo de entre la multitud y viene
directamente hacia él. Se detiene delante de su mesa y se sienta frente suyo. Él
no sabe qué pensar ni qué hacer: Le da un ataque de pánico total. Se queda
inmóvil, sus ojos fijos en los de ella. La mujer que él sabía muerta, ahora
aparece, como si estuviera viva y está mirándolo. No sabe qué decir. Quiere
hablarle y no puede… Las palabras no le salen. Extiende el brazo derecho y con
la punta de su dedo índice intenta tocarle la cara… pero tiembla y no puede
llegar a destino, no se anima. Renueva el intento de hablar y lo hace tartamudeando:
─
¿Q q… …quién s sos?
─
Hace mucho que no me tocabas. ¿Querés
tocarme? ¿Quién soy? Sos el mismo loco de siempre.
─
Si, ¿Quién sos? ¡¿Quién sos?!
─
Quien voy a ser, soy Mara y me siento bien. ¿Y vos, cómo estás? No parecés
estar muy bien, tenés pinta de espantado, todo transpirado.
─
¿Yo? Pero… no entiendo… me hablás. ¿Qué está pasando?
─
Si, estoy aquí, te hablo ¿Que te sorprende? ¿Te sentís bien? Estás muy pálido.
Parece como si hubieras visto a un fantasma. ¿Querés un vaso de agua?
─
¡Mozo! Por favor tráigame un vaso de agua. ─ Él suplica y agrega ─ ¡Vos Mara,
estás muerta, muerta!
─
¿Queé ¡¿Qué estás diciendo?! Ah, ya sé, me estas cargando…
─
Yo fui… t… testigo de tu muerte y de tu entierro!
─
¡ ¿Muerta yo?! No me hagas reír. Eso es algo tan bizarro que da pena.
─
¡Esto no puede ser, es imposible que estés viva!
─
Ya me estoy dando cuenta. Me parece que te entiendo. Me odias tanto que imaginaste
que me matabas y me enterrabas, ¡¿eh?! ¿Es eso?
─
¡Decime quien sos maldita!
─
Sí, debe ser eso, una vez que tu esposa quedaba eliminada del asunto, la
herencia y el seguro eran todo tuyos, no? ¿Es eso? Un sueño para vos, ¿eh?
─
¿De que estas hablando, carajo? ¡Sos una impostora!
─
Mírame bien ¡Nuca estuve más viva que hoy! Te estás divorciando de mí.
El
vecino de mesa se acerca y pregunta si puede usar una de las sillas.
─
Cómo me pregunta eso, no ve que están ocupadas? ─ Le grita él.
El
hombre, se queda mirándolo a Julio por unos segundos y luego se encoje de
hombros y se va sin silla alguna. La discusión continúa.
─
¿Qué te pasa? Te lo pregunto de buena onda. ¿Estás bien? Sé que hemos estado
separados por unos meses ¿Pero que ya te hayas olvidado de mí? ¿Cómo puede ser?
¿Y qué no me reconozcas? Eso si que es pura chifladura.
─
Aquí esta el vaso de agua señor. ¿Desearía algo más? Le dice el mozo
─
Qué carajo… todos interrumpen, no se puede hablar tranquilo. Dejáme pensar… si
traeme un té común y unas tostadas, con algún dulce, son para ella.
─
Como no señor… ¿Para ella dijo? ─
─
¡Si, para ella! ─ Le grita él.
─
Discúlpeme señor…─ Le dice el mozo, alejándose.
─
No, no lo puedo entender. ¡Esto es una pesadilla! ─ Dice Julio
─
¿Acaso no te importa verme?
─
No sé. ¡Pienso que esto es una trampa o que me estoy volviendo loco!
─
No, no te estás volviendo loco, te estás haciendo el loco. ¡Aquí me tenés! ¡Soy
yo, aquí estoy, vivita y coleando!
─
Por favor… no me mientas más… decime la verdad: ¿Quién sos?
─
Soy Mara, tu esposa, estúpido… bueno, casi ex esposa. Estámos por divorciarnos,
sí o no? ¿Por qué estas sorprendido de verme viva?
─
¿Qué? ¿De qué estás hablando? Esto no es una fantasía mía, estás muerta! ¿Sabes?
¡Muerta! No hay otra.
─
Mirame bien… muerta?
─
Oh ahora caigo, entiendo ¡Vos sos una impostora! …
─
¿Una impostora? ─ dice ella con sorna.
─
A lo mejor sos una hermana melliza de Mara, una que yo nunca llegué a conocer. ¡Te
enteraste de su muerte y viniste a chantajearme!
─
¡Nunca tuve ni hermanas ni hermanos, estúpido!
─
¿Eh, decime? ¡¿Sos la hermana y esto es un engaño, no?! ─ Julio le grita.
Los
vecinos de mesa miran.
─
Bueno, parece que mi presencia es demasiado para vos… te estás haciendo el
loco, o quizás esta vez sí que necesitás ver a un psiquiatra.
─
Siempre fuiste una porquería y ahora, muerta… ¡Lo sos más!
─
Bueno, me voy Julio. Solo quise verte para hablar sobre el divorcio, pero
parece que eso no puede ser. En la próxima ronda vas a estar hablando con
alguien tan vivo como yo, pero más piola… con mi abogado. Mejor me voy.
Él
no atina siquiera a decir una palabra. Se queda tieso, solo la mira, mientras ella
se aleja moviendo su trasero en forma sensual y desaparece entre la gente.
El
mozo llega con el té y las tostadas.
─
Dejalo nomás. Y traeme un whisky doble.
Cuento por Enrique van der Tuin Copyright 2013 APARICION 20110521 D10
W1014 131210
No hay comentarios.:
Publicar un comentario